jueves, 8 de diciembre de 2011

El vals

Acababa de bajar del coche, y se sobresaltó al escuchar sus propios pasos sobre las hojas secas que el otoño había arrancado salvajemente de los árboles. Un escalofrío recorrió su cuerpo, y un aura de peligrosa quietud pareció envolver la escena.
Sin poder disimular el miedo que sentía, se obligó a dar un par de pasos vacilantes hacia delante, un viento fresco la rodeó, y otro escalofrío atormentó su médula; “no es nada, ni hay nadie, es simplemente el frío y el viento, además del silencio” y era cierto, un silencio sepulcral se había ceñido sobre esos jardines próximos a una concurrida calle, que era objeto de burbujeante actividad durante gran parte del día, no ahora, momento en el que podía escucharse la agitada respiración de la mujer que yacía parada a mitad de la calle, sin saber si tenía permiso para continuar…
En ese momento, la mujer percibió un rápido movimiento a su derecha, y se giró violentamente para observar una figura alargada, de extrañas dimensiones que avanzaba a paso lento pero firme hacia ella; pensó en correr, pero sus movimientos no se sucedían, así que desistió, y esperó a que la figura recortada por las sombras llegara hasta ella…era un hombre, de tez blanca como la nieve y unos ojos fríos y oscuros que penetraban en su piel. Cuando estuvo lo suficientemente cerca para reconocer sus facciones su rostro se le antojó crispado, pero contenido. Parado frente a ella, aquel ser, que parecía humano, cogió aire profundamente, pero cuando  esperaba que las cuerdas vocales rasgaran el aire dejando al viento su sonido, aquella figura alzó los brazos y, llevándose algo alargado a los labios comenzó a tocar…un sonido brillante, penetrante y contenido comenzó a brotar de aquel ser, que la miraba a los ojos; perpleja, la mujer comenzó a escuchar la música, no como siempre lo había hecho… ¡las notas se transformaban en palabras en sus oídos!, suavemente, un mensaje se fue creando, a la par que sus ojos se abrían de forma desmesurada, incapaces de dejar de mirar aquellos otros ojos negros, que le hablaban con el alma, y con la música…
Ella dejó de pensar, y se conectó a esa corriente que fluía como un río que envalentonado por la lluvia discurre con arrogancia ladera abajo…se dejó llevar como una de esas hojas que había pisado, se dejaban mecer por el viento hasta ser arrancadas de sus hogares. Con un trino desgarrador, el hombre dejó de tocar, bajó los brazos, se giró y comenzó a marcharse, del mismo modo que había llegado, se desvanecía de nuevo.
El sonido de la vida reanudó su marcha, pero ella ya no se encontraba allí para dirigir sus pasos hacia ninguna parte…había tenido, su particular baile con la muerte, y ésta le había embrujado.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Cadencia perfecta

“Quizá hablamos demasiado y nos olvidamos de sentir”, lo decía desde la ventana, con los ojos vidriosos inyectados en el veneno que toda aquella situación le había provocado. Fuera, la lluvia caía con fuerza, titilante y cadencial, con pausas, que parecían marcar los compases de espera de una vida, una vida ahora vacía y sin rumbo.
Era quizá una idea sin fundamento, pero a ella, la escena se le antojó tenebrosa;  ¿qué había hecho con su vida? ¿a qué había dedicado su juventud? ¿por qué ahora?. Esa mirada perdida y vidriosa retomó un poco de vida, y observó su reflejo en el cristal de la ventana, veía su cara, su nariz, las arrugas que comenzaban a surcar las comisuras de sus labios, aunque en realidad no se reconocía en ninguno de esos rasgos...aún así siguió examinando su cara salpicada por la lluvia q arreciaba fuera, de repente clavó sus ojos en aquellos que la observaban en el cristal y dio un salto atrás, la mirada que vio no la podía aceptar como suya, el terror, el dolor, y el odio que reflejaban esos ojos era estremecedor, incluso para ella…
Se giró abrumada por su propia reacción, había dejado de caminar por su salón para caminar entre sus recuerdos, y de repente sus pasos le llevaron hacia su piano, aquel elegante piano de cola, negro, que le había dado tantos éxitos y le había quitado tanta vida…lo observó, y volvió a encontrar su propia mirada en la pulida superficie de aquel elemento majestuoso, que parecía tener una tenebrosa alma, que reposaba en una súbita quietud…
Así, en ese estado de desgarro sintió una corriente eléctrica que le corría dentro, “no…” gimió en un intento de escapar, pero era tarde, una vez más, las cuerdas del piano querían vibrar; se sentó, y comenzó a tocar una quejumbrosa melodía, que hubiera hecho llorar hasta al mismísimo diablo. Mientras tocaba, miraba fijamente esos ojos que escupían sin pudor todo aquello por lo que moría por dentro traduciéndolo a través de sus dedos, que se movían ágiles por las relucientes teclas del piano. Los acordes, se sucedían en una tensión que jamás resolvía, aumentaba y aumentaba, hasta que, en un espasmo doloroso, el último acorde sonó atronador y ella cayó sobre el piano con un golpe sordo, que cerraba una etapa…tenía los ojos abiertos, y donde antes había dolor, rabia y desgarro, ahora había paz.
Fuera, la lluvia seguía cayendo, pero ya no golpeaba furiosamente contra la ventana, sino que las gotas, enormes, se asemejaban a lágrimas. El dolor de la música de un alma, no había conseguido hacerla feliz en esta vida, pero había hecho llorar al cielo.