miércoles, 1 de mayo de 2013

nacer, crecer...morir.

Nacemos solos. Solos, desnudos e indefensos en un mundo cruel, sangriento y sin escrúpulos; caminamos sin sentido entre  la gente que avanza sin ver, sin oir y sin sentir nada. Nos refugiamos en nuestro propio y solitario mundo intentando encontrar nuestra propia felicidad que jamás encontraremos.

Algunos, hasta tienen suerte, y pueden soñar despiertos imaginando una vida mejor, una vida gloriosa y una vida, en la que todos se respeten y admiren entre sí. Que nos respeten y admiren...que nos quieran, que nos entiendan y que nos acompañen en nuestro viaje sin pedir nada a cambio...gran utopía.

Son tiempos duros para los soñadores, lo sabemos bien. Las leyes de la jungla se imponen en lo que consideramos, "el mundo desarrollado", cuando no somos más que caníbales disfrazados de seres, que se definen como "humanos" y distan mucho de tener "humanidad".

No soy nadie. Nadie en ninguna parte del mundo. No soy más que un ser vivo (y en ocasiones ni eso) que se limita a intentar sobrevivir, y que intenta no sucumbir a todos los desperdicios que esta sociedad le tira encima una y otra vez. Pero, este Ser, se niega a definirse como "ser humano" y empieza a negarse a formar parte de este circo que llamamos "mundo desarrollado". 

Este Ser, empieza a negarse a tener que seguir las normas sociales, a tener que fingir ante lo que no le gusta, a tener que ver, oír y callar... y sobretodo, tiene claro que llegó solo a este mundo, que solo lo dejará; que nada ni nadie se preocupará por él más allá de lo que "lo correcto" indique.

Todos odiamos la soledad, quizás porque es la única verdad que se cierne sobre nosotros.





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